martes, 13 de mayo de 2025

Sobre el Cordón premiado en el Concurso de Cuento Libre

Mi cuento Sobre el Cordón obtuvo el segundo premio en el Concurso de Cuento Libre del CPACF. Podés descargar el libro completo en este link o leer el cuento acá 👇


Sobre el Cordón


Para el cajón Seferino no usó traje. No tenía. En la cochería ofrecieron alquilar, pero Erika respondió que no, que alquilarle un traje al muerto le parecía “más patético que alquilarse un vestido de novia”. 
— ¿Segura, ma, vas a hacer velorio?— le preguntó Lucas. Todo venía pasando en automático, dejándose guiar por lo que la mujer (la vendedora) les decía que se estilaba.
—¿Y qué se hace si no hay velorio? ¿Lo dejan así? ¿No hay que enterrarlo?
—Enterrarlo o quemarlo. Pero también podés no hacer nada. Firmás los papeles y ya está.
Erika pidió estar a solas para pensar. 
      A solas no se pudo porque la cochería era un lugar pequeño, pero le pusieron una silla contra la pared, apartada, para generar una ilusión de intimidad. La vendedora seguía en su escritorio, donde había una carpeta con fotos de posibles cajones. Aunque las opciones iban de la más modesta hasta otras sofisticadas, en todas el estilo era uno, que apuntaba al sector con que la cochería trabajaba. Es decir, a nadie se le hubiera ocurrido que en alguno de esos cajones podría llegar a velarse el cuerpo de, por ejemplo, una actriz. O un presidente.
—Quiero que lo quemen. Y que haya velorio. —definió Erika.
Lucas se tranquilizó. Hasta ese momento temía lo que su madre podía llegar a pedir. Desde siempre, desde chico, había asumido que su lugar era, en general, ser nexo entre su madre y el mundo. “No, mamá, no se puede”; “Sí, mamá, tenés que hacerlo”, “Es verdad, mamá, el abuelo está muerto”.
La vendedora empezaba a explicar precios y opciones.
—Hagamos lo más barato dentro de lo que se estila— la interrumpió Lucas.
Y así, sin mucha preparación y sin merecerlo, Seferino Cuesta tuvo su velatorio, que empezaba a las nueve de la noche. 
La cochería pidió los datos de allegados al muerto para hacer una cadena y la convocatoria fue un éxito. Mucha gente se acercó a saludar. 

Erika se quedó dormida en una sala para familiares donde había un sillón modesto pero suficiente. Lucas se encargó de recibir y saludar a todos. 
Al día siguiente, doce y cuarto del mediodía, con la documentación en regla, dejaron en el Cementerio de la Chacarita el cuerpo de Seferino en un cajón estándar, vestido de jogging, para su turno en la cremación.
Erika y Lucas caminaron del brazo los pasillos arbolados, lento y en silencio hasta la puerta, como si una bolsa de piedras se les fuera descargando en cada paso.
Los colectivos paraban y seguían, la gente salía a borbotones por las bocas de subte, y al cementerio parecía que solo entraba gente; que nadie salía. 
—¿No es el chino Funes?—le dijo Lucas mostrándole al vendedor de un puesto de comida.
Erika sonrió. Si el chino Funes viviera, a esa altura, hubiera tenido alrededor de ciento cincuenta años. Aunque había que reconocerle el parecido. ¿Sería el hijo? Qué cosa, el destino. Tu papá vende panchos en Retiro y vos terminás vendiendo panchos en Chacarita. ¿Quién pudiera, tenerlo todo tan clarito, tan previsto de antemano? Tan seguro.
Quiso pensar que sí. Que la vida era un hilo de sentido y coherencia y que, por eso, mientras adentro estaban quemando a su padre, afuera se cruzaban al hijo de Funes. 
—¿Será el hijo?
No podía ser más que una casualidad, o sus propias retinas inventándose un panchero igual a Funes. No podía ser el hijo de quien, cuando eran una chica y un nene, amuchados en un rincón de la terminal, les dio su propia campera y dos hamburguesas.
¿Estás sola, nena?
Lucas recordaba hasta del tono de voz. 
Erika dijo que sí, que estaba sola. Mintió su nombre y el del nene, balbuceó motivos para no querer volver a casa. Para Funes fue suficiente.
Durante el tiempo que vivieron en Retiro, días que fueron meses y después años, nunca les faltó compañía ni comida.
¿Segura no querés que avise a nadie? ¿Y el nene?
No tenemos a nadie, gracias, Funes.— contestaba Erika cada vez que le preguntaba.
Erika miraba al panchero del cementerio como si fuera posible. Como si la vida no fuera una sucesión de intentos fallidos, caminos cortados, acciones interrumpidas. Pensaba que nada podía ser tan malo si el destino la volvía a cruzar con Funes. 
Lucas, en cambio, lo veía cada vez menos parecido y se arrepentía de haberlo dicho.
Fueron hacía el puesto.
De cerca el hombre no se parecía a Funes en nada. Pero ni un poco.
—¿Qué les doy?—preguntó frotándose las manos.
En un cartel estaba el precio de cada cosa, y a modo de ejemplo colgaban botellas plásticas vacías.
—Yo una Coca— dijo ella.
—Un pancho solo— dijo Lucas señalando la olla humeante.
Caminaron hasta una parte más tranquila y se sentaron sobre el cordón. Lucas partió el pancho y le dio la mitad. 
Treinta años atrás repetían esa escena a diario.
—Sabés que me gusta con papitas.
—A mí no.
De vuelta, Erika sonrió. Probó la bebida y le pasó la botella a su hijo.
Comieron despacio, como si el tiempo se estirara o más bien retrocediera a esa chica y ese nene, también sobre el cordón, también sentados. Como si, de golpe, volvieran a ese punto para tomar otro camino, otras decisiones, cometer otros errores. Una vida distinta a la que tuvieron. 
Lucas le apoyó la mano en el hombro y en esa mano Erika apoyó su cabeza. 
Ya no había motivos para temer.
Se escuchó pasar, de lejos, una ambulancia.  





jueves, 22 de diciembre de 2022

martes, 21 de diciembre de 2021

la casa de al lado

el poder son telarañas y baba del diablo

desnudos somos todos vulnerables

lástima el antes

lástima

el después

resguardar tus tres metros mínimo

siempre asustado

siempre

resentido

 

la cultura del trabajo nos hizo mierda

distorsiona

lo que vinimos a dar

intenté ser la opción más ecológica

ahora voy con la más voraz

tengo un dato liberador:

el mundo no nos necesita

 

voy a cambiar de casa

anotar en un papel todos mis dogmas

para ponerlos a prueba

cada uno tendrá una oportunidad

de subsistir

 

esta vez todo va a ser distinto

 

fuck off, bitch

es mi momento

suficiente muerte

suficiente haunting

 

buscaba

canciones tristes que dejaran entrever luz

buscaba lo que abunda

somos el camino

bla

bla

 

la pista de aterrizaje

es la misma que se usa para despegar

cascos en el barro

caballo herido pero bien

sanando

 

la casa de al lado no está en venta todavía

no puedo derribar las paredes y expandir

sentarme en la puerta y ver pasar

el cadáver de todos mis enemigos

manivela tonta

 

la vida es repetición si te desconcentrás

hice cambios estructurales dos veces

cambios menores, mil

nunca fui digna

un ciempiés

la luna no sale para todos, ¿viste?

 

soy hombre lobo y sé

la sed de esperar

el momento exacto

tenía que ser perfecto esa vez

podíamos pensar

un lugar mejor

viajábamos entre semana

cenábamos bien

nos salteábamos el desayuno

hablábamos

hablábamos

hablábamos

 

salgo

cruzo la avenida hasta el mar

quiero fingir mi muerte

y la tuya

separarme unos dólares

tuyos

mudarme al Chaltén

ponerme un restorán de madera

padecer frío

nunca más ver el mar

atender cuentas y proveedores

hacer de mi vida una desgracia

durante unos años

y cuando todos se hayan olvidado volver

con otro nombre

otra casa

volver y que nadie me reconozca

que digan qué fue

de esa chica que se ahogó en el mar

y vos

me tengas enfrente y no sepas quién soy

que nos presenten

en alguna situación formal

una fiesta de fin de año

con bonus

caja navideña

volver al comienzo

cuando sabíamos que era un pantano pero nos metimos igual


lástima

no haber podido llevarse un recuerdo

alguna marca física

permanente

como un hijo juntos o una cicatriz

 

lo que no deja rastros desaparece

o peor

se deforma con el tiempo

o peor

se reitera

Griselda Perrotta

domingo, 14 de febrero de 2021

Ruta

Soplarle el polvo a los muebles
inhalar
pintarme de rojo las uñas o maldecir
Partida
al costado de una ruta sin nombre
la ruta
sin nombre yo

Perdimos ese verano
Los años que vinieron después
gente, lugares, confundo
las ciudades de este país
todas
se me parecen
 
Si en esta montaña de vidrios
tanteando
me busco en partes
hay un espiral que me devuelve al día cero
la misma ruta,
ruido blanco en la radio
después nada
 
Perdón por las pausas que no esperé
las plazas donde no estuve
por perder de a ratos la nitidez
 
Caracol sin casa
hilos de baba abriéndose
No eran vidas que se incrustaban en otra vida
No eran partes de mí:
eran yo
 
Música, techo, agujeros
Papel
Nombres en troncos verdes
los ojos
la bestia
no pudo alcanzarme
 
A falta de cuerpos
dos piedras enterré en el jardín, secas
y cuando llueve
las oigo
 
Si vuelvo a escapar
recuérdenme
Si hago un nudo y desaparezco
tráiganme
Quemen los rastros con sal
 
Si insisto en seguir
permítanlo

                                                 Griselda Perrotta

 

domingo, 31 de mayo de 2020

Suficiente


Floto
sin mapas donde marcar
los sitios que conocimos
Antes del mundo hubo un mundo
que fue nuevo
y el dinero era un papel o un metal
Podíamos tocarnos
oler
banderas perforadas
restos de sangre y laureles

De ese mundo queda poco
Espadas sucias
pocas

Un canto de ballena
nítido como hachazo en la madera
Animal grande y torpe
que no hace tiempo a esquivar las rocas
ni a los demás animales
también grandes
también torpes

Qué sabrán
lo que es andar la tierra cargando el peso ajeno
verlo escara en la piel propia

Como un lobo o un tornado
ando y dejo
escombros de tantas vidas
Aprendí
que una casa se desarma en un mes

Para mí el dolor siempre fue una pausa
Pausa
y todo alrededor sigue
La enfermedad, las guerras
Niños, perros, soldados
mueren
Todo
Alrededor
Sigue

Mi piel
es una cicatriz que empieza en 1976
se deforma y desaparece
para volver de frente
silenciosa y helada como el iceberg

Soy muda a veces
sorda, a veces
Ciega jamás
Corona de espina en la frente ajena, jamás
Sólo en mí
líquido derramándose, alimento mío
Mío
y que la historia me juzgue

Que me vea
al final de la enfermedad
de la inundación y las guerras
Me vea y diga, si lo merezco:
Para alguien
alguna vez
esta mujer fue suficiente

Griselda Perrotta

domingo, 29 de diciembre de 2019

Piedad


¿Hasta cuándo seguiremos agradeciendo la piedad de nuestros verdugos?
¿Hasta cuándo el cirio caliente va a pegotearnos los dedos?

No alcanza cantarle al Paraná
dormir con extraños
bombardear ciudades

La muerte no se esquiva por muy bonito que la sepamos contar

Envidio a los poetas que le escriben a la libertad
Nunca entendí las fronteras

Ya no vamos a cruzar el río
No vale la pena

Me pregunto si es esto la vejez
Si la derrota es un lugar parecido a la muerte

¿Quién va a recordarnos mañana si no plasmamos nuestras miserias?
¿Hubo acaso
alguien
dispuesto a escucharnos en vida?

Ya no soy la que cantaba
la que escribió
una esposa

la más triste y la más fiel de todas las amantes

Les pregunto a mis verdugos si es esto la libertad y mis verdugos me ignoran
siempre me ignoran
A eso lo llaman piedad y me ignoran

Fui sirena una vez
para terminar muerta en las manos de un pescador
de uno cualquiera
Como ayer
Como siempre

Yo le cantaba al Paraná
él limpiaba su cuchillo
y rezaba
Griselda Perrotta


martes, 10 de septiembre de 2019

Infamia

Mordiéndome las comisuras
desdibujo los contornos de la gloria
hasta hacer brotar pena
sangre áspera bajando por mi garganta

En mi pecho un dolor blanco crece
paralizándome el cuello y la punta de los dedos

Invierno
Verano
Basura  
Oportunidades

La reja abierta y mi estómago revuelto
Remolinos de alquitrán ensuciándolo todo
haciéndolo desaparecer
todo

“No quiero seguir”
repito, pero
soy esclava de esas voces
de la infamia que no invoca más que guerra

Si hubiera tenido al menos el coraje de saltar
a los veleros de la noche para cabalgar tinieblas
e incrustarme de lleno en las montañas

En cambio
mi piel transparente busca el Olimpo
la llama hueca
hermana de la soledad

El rayo tibio de un sol flaco
incapaz de dar vida
o de hacerse fuego y quemar
las raíces secas

Incapaz de darme un final 

Griselda Perrotta

miércoles, 14 de agosto de 2019

Somos Berlín

SOMOS BERLÍN compartió esta entrevista que hicimos hace un tiempo con la gente de Nunca se Sabe. Visitala acá.


viernes, 7 de junio de 2019

lunes, 8 de abril de 2019

Cuánto


Teníamos el don de animar a las bestias,
hacerlas hablar nuestra lengua
que usaban después para insultar a su Creador
o para besarnos
también
por primera vez
caminábamos entre los huesos y el naufragio,
se notaba,
había ocurrido un siglo atrás

¿Cuánto de esto sobrevive a la luz del sol?,
nos preguntábamos
con la hilera de barriletes cortando el cielo
y era increíble que,
aún siendo de noche,
pudiésemos distinguir colores

Desde entonces tengo la boca hecha un infierno
y las manos como garras
pegoteándose
aferradas a lo que nos pudimos robar

“Desperdiciaste los dulces”, nos retaban cuando éramos niños

Es que nunca aprendimos
cuánto dura un caramelo en el bolsillo
antes de empezarse a derretir
Griselda Perrotta

domingo, 24 de marzo de 2019

El último soldado(*)

Decías algo del amanecer 
yo doblaba las frazadas
Irnos sin rastros
Nosotros justo
que desde una cueva hacíamos temblar gigantes
Que los vimos
golpear su escritorio con las dos manos para advertir 
e hicimos llama la chispa de tantos

Nosotros somos el rastro, dijiste 
y fue lo último que escuché
Después vimos la puerta abrirse de una patada

Estamos solos, decías la noche anterior
Negaba pero tenías razón
Como cuando me agarraste la mano y corrimos
El sol saliendo también esa vez, recuerdo
Desde entonces todo fue noches 
camas prestadas 
andar con lo puesto
Cómo no enamorarnos en ese paso de apocalipsis 
si el último bastión éramos nosotros
El último soldado

Cuando escapemos voy a contarte: 
nunca adherí tanto a esta lucha
Me pregunto si alguien más sentía como yo
No elegimos el verano
Siempre
Las cosas grandes
son dadas por alguien más, pero
¿Dónde quedaba la duda?
En ese fervor grupal
masivo
común
No había tiempo para esas cosas 
Tiempo 
Tiempo y tu voz firme que entendíamos verdad 
Duda inútil y estúpida
Como este arrepentimiento que es a medias y además tardío

Perdí la cuenta del tiempo
Aprendí el límite del dolor
Los mil matices de un gris que no deja de propagarse y se extiende
Ya ni escucho los lamentos 
la queja 
el derrumbe

Soy
el peso muerto de un cuerpo cortando el aire
Flores al costado de una tumba vacía
Vueltas en círculo y no encontrar
La llaga de una nación que grita Nunca Más pero no deja de repetirse
Su incendio mal apagado

No elegimos el verano, recuerdo 
y entonces de vuelta escucho tu voz que es luz
hijos libres
bosques nuestros
Pero no todavía
No todavía

¿Cuántos colores son necesarios para tapar este gris?
¿Cómo? 
¿Cómo es que afuera escucho gorriones, 
cómo es que igual sale el sol si el gris no cesa?
Si no logramos romper los candados 
¿Fuimos
acaso
la ilusión de un puente que acabó por ceder?

No se ruega por nosotros todavía
No suficiente

Mañana seremos carteles 
listas 
pintadas en las paredes 
que nos invoquen y nos invoquen y nos invoquen
El porvenir a destiempo
Ceniza que se monta al río y avanza
Restos que nutren la tierra 
y después barro 
y valió la pena 
Porque sabemos
que nadie fue tan feliz como nosotros cuando mirábamos el fuego
Y ninguna hoguera es en vano
Ninguna

Nadie esperaba esta lluvia 
Fuimos el verano, es cierto
Pero el cansancio

¿Quién resiste la tibieza en los pies,
el viento fresco en la nuca?
No hay belleza en permanecer donde todo ha muerto

Mañana tal vez otros
Nosotros
Seremos tierra nutrida y el río correrá limpio para inundar las naciones 
Los carteles no harán falta 
Tendrá sentido el color

Tal vez otros mañana
No yo
Hoy
No todavía
Griselda Perrotta
(*)Publicado en Revista Muu+