Teníamos
el don de animar a las bestias,
hacerlas
hablar nuestra lengua
que
usaban después para insultar a su Creador
o
para besarnos
también
por
primera vez
caminábamos
entre los huesos y el naufragio,
se
notaba,
había
ocurrido un siglo atrás
¿Cuánto
de esto sobrevive a la luz del sol?,
nos
preguntábamos
con
la hilera de barriletes cortando el cielo
y
era increíble que,
aún
siendo de noche,
pudiésemos
distinguir colores
Desde
entonces tengo la boca hecha un infierno
y
las manos como garras
pegoteándose
aferradas
a lo que nos pudimos robar
“Desperdiciaste
los dulces”, nos retaban cuando éramos niños
Es
que nunca aprendimos
cuánto
dura un caramelo en el bolsillo
antes
de empezarse a derretir
Griselda Perrotta