Para hablar la palabra hay que destrozarla. Atreverse a
cuestionar; a preguntarse por qué la c queda abierta, si no tiene acaso igual
derecho que la o, a ser redonda, perfecta, cerradita; o si la e, de noche, a
solas, aspira a despertar conversa en ele. El mensaje no está en la sintaxis ni
en el morfema. Qué novedad. Y aun así, el mundo nos pide forma. Forma
reconocible, clasificable, materia homogénea vendible a montones. En góndolas
de supermercado, si es posible. Mercado chico, mercado grande, mercado alterno,
mercado under, mercado al fin. Si hay mercado tendrá reglas; y a ellas, a
conformarse. El ámbito literario no escapa al férreo mandato. Sin embargo, hay
esperanza.
Revista Ficcionario llega con una propuesta subversiva: espacios donde
desmenuzar el lenguaje es posible, donde se escribe y donde se lee; espacios
para pensar, para crear, para sentir.
Gracias Facundo Floria y Facundo Rizzi por
gestar la idea y por poner el cuerpo; por pararse encima de la mesa para gritar
lo que duele; por haberse tomado el trabajo de leer mis cuentos sin conocerme;
por la oportunidad de decir.
Esta es una foto que me sacaron leyendo un cuento en la presentación de Ficcionario. Honor.