Escribo
mucho del mar, que puedo porque a mí los erizos nunca me tocan, ni esas como
aguavivas de cola larga, que están lejos e igual llegan, esas tampoco. Puedo
entrar tranquila, pisar la arena desde que es blanda y se hace dura y después
blanda de vuelta, y después nada. Ya floto hasta donde no hay olas. O sí hay
pero no rompen. Es todo igual de celeste, sin blanco, que es de la sal cuando
rompen. Inmenso es igual (más, seguro) pero ya floto, y acá tampoco me tocan
los erizos ni las aguavivas largas.
Griselda Perrotta